El proceso de titulación
Marcelo Quezada Moncada
Mayo de 2011
El proceso de titulación, señalado por estudiantes y profesores como una zona difusa y llena de sorpresas requiere ser revisado tanto desde su sentido en la malla curricular, como en sus procedimientos de desarrollo y evaluación.
En relación a ello el siguiente texto corresponde a la reflexión personal, que se funda en el ánimo de aportar a la discusión que viene, para alcanzar una solución que asegure las mejores condiciones para enfrentar dicho proceso.
En primer lugar es necesario ir bastante atrás para preguntarse de que se hace cargo la escuela respecto de los estudiantes que ingresan a ella. Qué aprendizajes propicia y de los cuales pide cuentas al final del período formativo.
Se entiende que desde el ingreso hasta el momento del examen, la escuela ha intentado inducir un cambio en la actitud del estudiante, sobre la base de su empoderamiento en torno al conocimiento, el manejo de procedimientos propios del oficio y el desarrollo personal integral.
Se espera que la universidad transforme al “mechón” en una persona dispuesta y capaz de plantear profesionalmente, propuestas pertinentes, relevantes y factibles, en un marco de universalidad en el pensamiento, el conocimiento y la gestión técnica.
Por otra parte cabe señalar que aunque los últimos gobiernos se hayan desentendido de ella, la Universidad de Chile no es para hacer lo que cada uno quiera, ni para regular el mercado educacional. Ella sigue siendo:
“una Institución de Educación Superior del Estado de carácter nacional y público (art 1° misión de la UCH)… que en cumplimiento de su labor responde a los requerimientos de la Nación constituyéndose como reserva intelectual caracterizada por una conciencia social, crítica y éticamente responsable y reconociendo como contenido de su misión la atención de los problemas y necesidades del país”. (art 3° misión de la UCH)
En primer lugar entonces, el Departamento de diseño, que es donde se desarrolla el conocimiento que irá a parar a las conciencias de los estudiantes, necesariamente habrá de tomar partido respecto a cuales son los requerimientos de la Nación en un mundo globalizado y, desde ahí establecer cuales son sus requerimientos y necesidades. Podría ser que lo necesario sean mas posibilidades de consumo, potenciar el mercado, o mas cesantes disfrazados de microempresarios. O tal vez lo que se necesite en términos estratégicos sea mayor identidad, más participación y más innovación. Cada uno está en la libertad de argumentar en uno u otro sentido, o en una mezcla de todas las anteriores. Lo importante es definir un norte y es la propia comunidad la llamada a hacerlo.
Tanta libertad puede que sea perturbadora para algunos, pero no hay que preocuparse por ello, porque la universidad pública además de ser un espacio de libertad es también un espacio de compromiso. La escuela que hace el departamento funda su identidad en su compromiso ¿Cuál es el compromiso de dicha escuela? ¿Cómo un profesor o estudiante podrían complementar su compromiso personal con el compromiso de la escuela?
El contenido del compromiso y la acción de comprometerse es lo que otorga sentido y movimiento a la escuela… es parte de lo que se cultiva, de lo que se profesa y de lo que se enseña.
La visión de la UCH precisa además que la actividad académica debe ser realizada bajo estándares de excelencia, ya que esta “es imprescindible para asegurar un impacto nacional -y por cierto, también internacional- provisto de autoridad y validez y, por ende, de credibilidad política y social”.
El asunto además es ser creíbles mediante la excelencia, esta no es una hacer sino la condición de un hacer. Es decir no se trata de titular profesionales, sino de titular los mejores. Porque cada uno de ellos, cuando Universidad de Chile se convierta en su tercer apellido, será un testimonio acerca de como la institución cumple sus compromisos.
Pero no se trata de ser los mejores al boleo, sino ser los mejor en algo. No se puede ser los mejores en todo, porque todo, también incluye lo contrario. Si se considera que:
1. La universidad ya no sigue el modelo humboltiano del saber por el saber. En la actualidad hay una intención respecto a qué y por qué saber y, dentro de los compromisos de las universidades está la preparación para que sus estudiantes se desempeñen óptimamente en el mundo laboral, debiendo definir de antemano los niveles de inserción para los cuales son formados sus estudiantes.
2. No obstante, la preparación para el trabajo no transforma a la universidad en un centro de formación técnica, ya que su propósito formativo no se limita al saber hacer, sino principalmente al por qué, al cuándo, al donde y al con qué hacer. Luego el profesional universitario no se define exclusivamente por su conocimiento metodológico, que es un conocimiento técnico, sino por su capacidad para abrir nuevas posibilidades.
3. En el sentido del párrafo anterior, los mayores recursos desarrollados por el estudiante son su capacidad de observación y su creatividad para articular nuevos constructos conceptuales que permitan mejorar el nivel de solución alcanzado hasta el momento. Es decir: superar la realidad porque esta no es más que el piso desde donde se levantan las nuevas propuestas.
4. Lo que diferencia una buena reflexión de un buen proyecto es la decisión de llevar a cabo una idea. Un proceso de diseño es una secuencia de decisiones tomadas a partir del análisis de una serie de elementos de juicio, a la luz del marco ideológico, teórico y de antecedentes que cada estudiante maneje y pueda diferenciar.
5. El desarrollo profesional no se da en solitario, aunque podría ser, resulta mas eficiente si se potencia en lo colectivo, lo cual significa conectividad para conocer no sólo lo local, sino también lo global.
Al establecer relaciones entre lo universal, el trabajo, lo público, la excelencia, la observación y los criterios de decisión, se obtiene que aquello en lo que somos buenos y de lo cual el estudiante debiera dar cuenta en su proceso de titulación.
El proceso de titulación es la instancia en que la universidad decide a través de sus académicos, facultar al estudiante para el ejercicio profesional. Condición de ello es que el estudiante de cuenta de lo que es capaz de hacer dentro de un ámbito específico, complementando visión ideológica, compromiso institucional, innovación, actualidad, identificación y manejo de los momentos cruciales dentro del proceso y los criterios de decisión.
Todo esto supone la elaboración de un buen producto. Sin embargo la categoría de “buen” resulta difusa. Por tanto el propio estudiante deberá declarar, qué, quién o cuál es su contendor y cuales serían las ventajas comparativas de la nueva propuesta. Si se asume que el mundo del hombre ya está solucionado (de otra manera no existiríamos como especie), siempre una nueva propuesta estará compitiendo con algo que ya existe.
Al respecto cabe señalar entonces que el proceso de titulación no es un taller mas, por tanto la temática elegida y particularmente él o los casos de aplicación han de ser mirados desde una perspectiva estratégica. Si el propósito es demostrar lo aprendido, hay que considerar que no cualquier proyecto permitirá demostrarlo, restando elementos de juicio a los evaluadores. El producto, sea un objeto, una tesis o una experimentación, ha de suponer la existencia de Investigación, reflexión, configuración, producción y colocación, dimensionando la cuantía del proyecto.
Frente a la repetida pregunta acerca de si lo que se evalúa es el proceso, el producto o al alumno (lo cual es un indicador del desconocimiento generalizado, situación que se agrava cuando en cada examen se aplica un criterio diferente). Cabe considerar que si se llegó a un buen producto es porque el proceso fue adecuado, lo cual dice de un alumno que tomó las decisiones correctas y en el momento preciso. ¿De que serviría un buen proceso si es que no se llega a materializar en un buen producto? lo que se faculta con el examen es la aptitud para el desenvolvimiento profesional, y ahí no será evaluado por sus procesos sino por sus productos. También habrá que considerar que no hay una buena actitud si es que no se puede articular un proceso. Lo que sí está claro difícilmente podría resultar un buen producto desde una mala actitud o un proceso inadecuado.
Se califica el proceso adecuado o inadecuado, porque seguir un proceso no significa llenar casillas en un manual de procesos (eso tal vez en el ámbito estrictamente técnico). Si se llegó a un producto que logra sus propósitos significa que el proceso fue adecuado para ese proyecto, ni siquiera se trata de si fue mas o menos adecuado, porque la evaluación se agota en si o no es adecuado para ese caso. Otros proyectos requerirán de procesos diferentes y no por ello serán igualmente adecuados o inadecuados. ¿Cual es el proceso adecuado? Aquel en que se plantearon las preguntas correctas en el momento preciso. ¿Y que tal si las preguntas fueron mal planteadas o no se hicieron en el momento preciso?… entonces no se hubiese llegado a un buen producto.
¿Y si las preguntas correctas en el momento preciso fuesen producto de la buena fortuna?… ojalá que conserve la buena fortuna para después que le otorguen el título
¿Qué demuestra la buena actitud del alumno? No se trata si es amable, caritativo o bondadoso. Se tata de su actitud de vida respecto de la disciplina en los términos que lo demanda la Universidad. Su disposición a las nuevas posibilidades, su capacidad de acceder, generar y aplicar conocimiento. Su visión estratégica para entender que las herramientas de simulación y visualización son una herramienta importante para convencer a otros respecto de algo que aún no existe, pero su dominio no es el fin de su formación. Tener claridad acerca de que es aquello que mejor sabe hacer y por qué le pagarán en su ejercicio profesional.
¿Qué hace que un producto sea mejor que su competencia? La pertinencia, la relevancia y la factibilidad de entregar los beneficios prometidos. Estos son aspectos que el estudiante debiera tener claro cuando inicia su proceso de titulación.
Luego la pregunta que viene ¿cómo se evalúa?… estableciendo si lo antes enunciado está o no está, y si está cual es su estándar, el cual debiera estar acotado a cuatro grados (no cumple, cumple con lo básico, cumple con holgura, cumple con excelencia). En todo caso es necesaria una rúbrica con indicadores claros para establecer la calificación, ya que está demostrado, hasta las medidas mas sabias colapsan cuando se enfrentan a la falta de criterio de quien la aplica. Casos conocidos en la carrera entre los que se pueden señalar evaluadores que:
– se esmeran en demostrar que saben mas que los alumnos
– se consideran a sí mismo como referentes de lo que el estudiante debiera saber
– califican porque les gusta o no les gusta, como si el estudiante se hubiese preparado durante cinco años sólo para darle en el gusto
– que emiten juicios de valor durante la etapa de preguntas
– que reprueba al alumno por no responder una pregunta, que es de su especialidad
– que reprueba y califica de mentiroso a un estudiante por no compartir su enfoque disciplinar
– que aprueban exámenes por razones humanitarias
– que sólo aprueban a sus clones
– que consideran que lo fundamental del diseño es saber doblar planos
Lo más probable es que los resultados fuesen mejores si cada estudiante desde el primer año conociera de qué se trata el título, de manera que desde su exigencia se asegurara un proceso formativo coherente en toda su extensión y tanto evaluadores como evaluados supiesen por donde orientar sus estrategias.
Imagen: fragmento de ilustración realizada por Laurentius de Voltolina, segunda mitad del siglo XIV, Bolonia. fuente